Los Santos del Señor son siempre un apoyo para los demás.
¡Me rindo ante ellos! Sus rostros resplandecen
y viven en una Paz continua.
La repetición del Nombre es la verdadera autodisciplina;
por ella sigue uno el Sendero de la Rectitud
y logra acceder a las incontables fuentes de felicidad.
Contemplando el Naam, el Nombre del Señor, uno vive para siempre en Su Presencia.
Gracias a la enseñanza de los hombres Santos,
noche y día la mente aprende a estar alerta a la Llamada del Señor.
Con un Destino Perfecto, se medita en Él. (6)
Meditando en Dios todos sus trabajos, compromisos y tareas son realizadas.
Meditando en Dios, uno nunca se lamenta.
Meditando en Dios, el ser humano recita Su Alabanza de Gloria.
Meditando en Dios, uno queda absorto en la sencillez que le da su intuición.
Meditando en Dios uno obtiene una inalterable postura.
Meditando en Dios, el loto del corazón florece.
Meditando en Dios, la Melodía Celestial vibra en lo profundo del ser.
La Paz que da la Meditación en Dios no tiene fin ni límite.
¿Quién podría Entonarlo si no aquéllos que han recibido esa Gracia Sublime?
Oh, dice Nanak, ¡cuán dichoso sería si ellos me acogieran en su rebaño! (7)