Ashtapadi VIII
El hombre despierto en Dios vive sin apegos en el mundo,
tal como el loto que descansa en agua estancada sin mancharse.
El hombre de Dios no puede ser condicionado por la maldad.
Así como el sol calienta a todos por igual
y el viento refresca lo mismo al rey que al mendigo,
así también, aquel hombre se interesa por los demás sin hacer distinciones.
El hombre de Dios se mantiene estable en la paciencia,
tal como la tierra que no se inmuta al ser devastada por unos y sembrada por otros.
El hombre de Dios tiene un valor ilimitado;
es intenso como el fuego que abrasa cuanto lo rodea. (1)
El hombre de Dios ha logrado la mayor pureza,
es como el agua, que aunque cambie de estado, sigue siendo la misma.
La Iluminación de su mente es tan vasta
como el cielo que se extiende sobre la tierra.
Percibe de igual manera a un amigo que a un enemigo,
pues se halla liberado del ego divisorio.
El hombre de Dios se encuentra a la mayor altura
y sin embargo es humilde en Espíritu.
Solamente aquél que es visitado por la Perfecta Gracia del Señor,